domingo, 30 de octubre de 2005

Nevada Day

Nevada Day

Nevada, Estados Unidos

36 estado de la unión, reconocido oficialmente el 31 de octubre de 1864. Conocido como The Silver State, por sus minas de plata. Limitado por enormes sistemas montañosos como Sierra Nevada, el estado se esparce en varios inmensos desiertos, desde el Great Basin al norte hasta el Mojave en el sur. Tierra de mineros, algunos vaqueros, pastores vascos, extraterrestres, pruebas nucleares y oscuros secretos militares (área 51). Está ampliamente regulado y permitido el juego y la prostitución. Las Vegas con sus casinos temáticos es su ciudad mayor y más famosa.

Himno oficial:
(Escuchar)

Home Means Nevada
Written & Music by Bertha Raffetto

'Way out in the land of the setting sun,
Where the wind blows wild and free,
There's a lovely spot, just the only one
That means home sweet home to me.
If you follow the old Kit Carson trail,
Until desert meets the hills,
Oh you certainly will agree with me,
It's the place of a thousand thrills.

Home, means Nevada,
Home, means the hills,
Home, means the sage and the pine.
Out by the Truckee's silvery rills,
Out where the sun always shines,
There is the land that I love the best,
Fairer than all I can see.
Right in the heart of the golden west
Home, means Nevada to me.

Whenever the sun at the close of day,
Colors all the western sky,
Oh my heart returns to the desert grey
And the mountains tow'ring high.
Where the moon beams play in shadowed glen,
With the spotted fawn and doe,
All the live long night until morning light,
Is the loveliest place I know.

Home, means Nevada,
Home, means the hills,
Home, means the sage and the pines.
Out by the Truckee's silvery rills,
Out where the sun always shines,
There is the land that I love the best,
Fairer than all I can see.
Right in the heart of the golden west
Home, means Nevada to me.


sábado, 29 de octubre de 2005

Reno, incierta ciudad de paso

La historia de Reno, Nevada, está unida a dos elementos que traen y llevan gente: un tren y el negocio de unas minas de plata.

Fundada el 13 de mayo de 1868 y tomando prestado el apellido de un oficial unionista muerto en la guerra civil, muy lejos de estas tierras, Reno nació como un puente sobre el río Truckee que conectaba la cercana Virginia City con la Ruta de California, la más importante vía de comunicación que atravesaba el Lejano Oeste. El puente, modernizado, todavía se mantiene, y da entrada al downtown o centro de la ciudad. Un centro dominado por la omnipresencia de altos casinos y bajos moteles, luces rosas, verdes, arco iris fluorescentes, coches en hilera entrando y saliendo de los casinos o simplemente cruzando, y sólo algunos viejos, locos y vagabundos perdidos en el vacío tránsito de las aceras. La actividad bulle de puertas para adentro, así que este downtown a menudo aparece entre una inquietante soledad, sin actividad alguna, sin rasgos de vida. Calles vacías. Algunos locos y tullidos olvidados por el sistema y por los hombres. No hay comercios, apenas salpican algunas tiendas de souvenirs, y las fachadas de los casinos delimitan esta vida social inexistente en el centro de una ciudad que parece ser de paso, a medio hacer. El tren de la Union Pacific, aquel por el que nació la ciudad, pasa sin detenerse varias veces al día y también por la noche, con su prolongado y persistente pitido, a menudo sin pasajeros, repleto de una opaca e indescifrable mercancía, e interrumpe el tráfico rodado con su larga cola, inmensa y pesada; un tren que se sacude el frío del lejanísimo Chicago y busca la humedad cálida y neblinosa, ya cercana, de la bahía de San Francisco. Este tren centenario atraviesa pesadamente las luces fluorescentes, este tren del dinero cruza las modernas minas de plata que ahora son los casinos, sin detenerse. Virginia City es un bello pueblo del pasado, lleno de fantasmas y pendencias de la fiebre del oro y la plata, y Reno toma su relevo en el siglo XX, un relevo de gente que pasa a trabajar en las minas que son los casinos, en sus túneles conectados, o gente que pasa el fin de semana entre máquinas de juego, buffets y espectáculos con treinta años de nostalgia. O gente que pasó la frontera de México y, sin papeles, buscan un lugar donde empezar, y pasar luego a otro lado. Entre la desolación de los casinos y sus luces apáticas observando impertérritos la soledad de sus calles, los aparcamientos inmensos de innumerables coches dormidos, los destartalados moteles de carretera y las blancas capillas de boda al instante, desde el centro de Reno se oye por la mañana, por la tarde y en la nocturnidad de la noche, casi a todas horas, como atrapando con su lazo sonoro a la ciudad, ese prolongado pitido de un tren que pasa, pasa, pasa.

Un tren que cruza silbando este centro fantasma de circularidad obsesiva en el juego y el sueño americano de la fortuna, un tren que con su silbido perenne abraza este centro y lo aisla y determina aún más en su circularidad sin fin y sin salida, pero que nos recuerda en los momentos de lucidez la existencia de otros lugares afuera. Sin embargo, cuando finalicen las obras -nuevos mineros- que pretenden hacer subterráneo el paso del tren, ese centro fantasma se sumirá en el silencio de los lugares que sólo existen en sí mismos y sus nombres se recuerdan en antiguos mapas como leyendas lejanas de lugares inencontrables.

martes, 25 de octubre de 2005

Reno, la jaula de cristal

Reno es una delicada burbuja de cristal en la que un pequeño hormiguero de almas translúcidas desarrolla una vida laboriosa de comunidad. La aparente precisión y perfección de la vida estadounidense acaba creando en este lugar la persistente sensación de una jaula de cristal de la que uno no puede escapar.

Más, la sensación de que no hay de qué escapar, isla de civilización en un mar de desierto; acaso, al otro lado de las montañas, al bosque salvaje de Sierra Nevada, en cuyas cumbres se perdieron y murieron numerosos colonos al quedar atrapados durante el invierno; acaso, hacia el norte, abándonandonos al puro desierto que es Nevada.

Reno, burbuja en el desierto, cuenta con unas doscientas mil almas semiflotantes sobre llantas de caucho que después de su trabajo se distribuyen mediante sus doscientos mil vehículos entre los numerosos chalés que intentan repoblar la tierra seca y árida de la llanura que aquí comienza. Algunos pasarán un rato en cualquiera de los casinos, luminosos e irreales, para cenar en alguno de sus bufés o para jugar algunos dólares. Otros pasarán por el Mall y otros lugares donde comprar algo más que lo necesario para la casa con jardín, al fin otra manera de jugar con dólares. De una burbuja a otra, llegan a sus casas y se enciende el televisor, burbujita de cristal con los terrores del día -negros, chicanos, psicópatas, y enemigos exteriores- y las ilusiones generosas de los concursos -amor, dinero.

Pero ello refuerza esa vida en comunidad, vida que debe lucharse cada día, mejorando continuamente, precaviéndose hasta el infinito de todo lo que pueda suceder porque ya hay indicios de algo malo. La alerta corre por toda la burbuja, la burbuja se sacude y puede romperse, así que hay que mantenerse firmes y, escuadra y cartabón, controlar por completo cada uno de nuestros movimientos diarios, nuestros pasos, los lugares a los que acudimos y lo que hacemos, y comprobar que lo que los demás hacen está en su sitio y se cumple la Ley. La Ciudad con Ley. Todo en su preciso lugar.

Aunque la prostitución es legal y está protegida y promocionada en Nevada, por buscar prostitución en la calle, preguntando públicamente a unas prostitutas que no deberían estar ahí, sino en un local, media docena de hombres son denunciados, detenidos y sus nombres y apellidos aparecen en el periódico local ante la vista de la comunidad. Nadie queda impune, la burbuja pública y social debe quedar incólume, y públicamente limpia, protegida. Ya dentro de los casinos o los clubs... qué importa, todo está en regla.

Reno, burbuja perenne, es la puerta de saloon al Salvaje Oeste.