martes, 30 de junio de 2009

Nota sobre el Bikavér

Bikavér significa “Sangre de toro”, y el vino que lleva su nombre tiene ese color rojizo oscuro y penetrante de los buenos tintos, aunque sean jóvenes. Dice la leyenda que por el parecido de este vino con la sangre, los antiguos húngaros que tomaban de este vino eran considerados como auténticos vampiros que bebían la sangre de sus enemigos. Sus comisuras se mostraban continuamente con el color de la sangre. Pero parece que no era sangre sino vino, y quizás porque al final todo se sabe los turcos no tuvieron ningún reparo en luchar contra estos feroces guerreros sanguinarios y conquistarles país y vides, aun en contra de lo que prohibía su religión. De hecho, Eger, tierra del sangre de toro, fue uno de los lugares emblemáticos en la lucha contra el turco. In vino veritas.

lunes, 15 de junio de 2009

Junio infantil


El mes de junio es un mes hermoso en Hungría, todo resplandece verde y azul. El calor abraza el país y las fuentes funcionan hasta los atardeceres de un rojo silencioso y solemne en el horizonte, de un romántico oscurecer en los parques y bosques. Pero en junio no sólo despuntan las flores y los sonidos de los pájaros en el fragor de una primavera cumplida y plena; no sólo llega la luz y claridad azul del cielo raso y despejado, llano e infinito como el país; no sólo agrada el lento rumor de los ríos y del agua al correr mansamente; también en junio el paisaje se colma de otros colores y otros rumores, de carreras y voces. Los niños acaban la escuela y salen, en los últimos días de curso, a la ciudad, al monte, a los ríos y a los lagos. Incontables grupos de una treintena de escolares cada uno viajan por todo el país y realizan visitas culturales e históricas, juegan, se divierten, forman colas interminables en las heladerías, y hablan y gritan y están juntos y se lo pasan maravillosamente. El mes de junio los niños invaden las calles de Hungría y toman el país para ellos, y son ellos los que descubren los paisajes y lugares que son su patria, y lo conocen y disfrutan en su esplendor. Lo aniñan y le devuelven algo de su primigenia inocencia. Guiados de sus pacientes y entusiastas maestros, cual aventurados exploradores, cual descendientes dignos de Árpád, se lanzan a trotar alegres y vencedores de una tierra que les corresponde y que la hacen suya. Los parques y columpios se llenan de su presencia, acampan en los claros de las ciudades cuya fortaleza o museo conquistó por la mañana su interés, y al otro día galopan por un bosque o unas colinas, a orillas del Tisza o del Danubio, o a orillas de la incansable imaginación. Junio es un mes hermoso en Hungría, sin duda, un mes en el que la plenitud de la vida se une al compás de los que más viven.