martes, 4 de agosto de 2009

Premio Limonada 50

Con la llegada del verano el blog de Alvi on the road ha recibido un premio bloguero. Gracias al Guisante Verde Project que hizo la nominación. Gracias a ellos y a los lectores que siguen estas historias, especialmente las de la serie "A orillas del Tisza", que recuperan un lugar pequeñito de la puszta húngara anclado en la memoria.

Premios Limonada

Debo señalar por demás que estos premios tienen sus propias reglas internas. Entre las del Premio Limonada 50 se encuentran:

1. Poner el logo en el post o en el blog (es el dibujo que está sobre estas líneas).

2. Nominar al menos otros 5 blogs que muestren una gran actitud y/o gratitud. Allá van:

- Monikita Nipone, por su escritura muy personal y particular, no apta para todos los públicos, y lo bien cuidado que tiene la escritura y el diseño. Por la elección de sus vídeos y por dejarnos saber sus recomendaciones culturales con un solo vistazo. ¡Gracias por desarrollarlo!
- String of Lights, porque la fidelidad bloguera, la constancia de escribir día a día, de encontrar siempre un detalle interesante, una paradoja, una ironía o una felicidad a la rutina cotidiana es el pan de cada día para Valery. Su blog es tan sorprendente como ella misma.
- Buttersafe, porque dos días a la semana nos trae con su tira cómica un trocito de realidad hecho dibujo e ironía. ¡Adelante con este proyecto que lleba ya buen tiempo en la red!
- Gina Lee, porque es creadora en muchas facetas, y su blog nos acerca de forma original a su siempre enérgica visión del mundo de tres formas: poesía, arte e investigación de historia de la lengua.
- Amargo Plutón, porque todo lo que dice tener de amargo este planeta poético, lo tiene de dulce en sus versos. "A veces, no escribo" quizás merezca el premio por sí solo, pero bien vale echar un vistazo a lo que ya tiene publicado y a lo que vendrá, porque también, a veces, Amargo Plutón escribe, y detiene el tiempo para que sintamos y pensemos tras la velada verdad de unas humildes palabras.

Enhorabuena a todos por el premio Limonada, que llega perfecto en pleno verano.


3. Asegurarse de enlazar bien a los nominados en el post.

4. Hacerles saber que han recibido este premio mediante un comentario en su blog.

5. Esparcir el amor y no olvidarse de enlazar a quien te premió.

martes, 30 de junio de 2009

Nota sobre el Bikavér

Bikavér significa “Sangre de toro”, y el vino que lleva su nombre tiene ese color rojizo oscuro y penetrante de los buenos tintos, aunque sean jóvenes. Dice la leyenda que por el parecido de este vino con la sangre, los antiguos húngaros que tomaban de este vino eran considerados como auténticos vampiros que bebían la sangre de sus enemigos. Sus comisuras se mostraban continuamente con el color de la sangre. Pero parece que no era sangre sino vino, y quizás porque al final todo se sabe los turcos no tuvieron ningún reparo en luchar contra estos feroces guerreros sanguinarios y conquistarles país y vides, aun en contra de lo que prohibía su religión. De hecho, Eger, tierra del sangre de toro, fue uno de los lugares emblemáticos en la lucha contra el turco. In vino veritas.

lunes, 15 de junio de 2009

Junio infantil


El mes de junio es un mes hermoso en Hungría, todo resplandece verde y azul. El calor abraza el país y las fuentes funcionan hasta los atardeceres de un rojo silencioso y solemne en el horizonte, de un romántico oscurecer en los parques y bosques. Pero en junio no sólo despuntan las flores y los sonidos de los pájaros en el fragor de una primavera cumplida y plena; no sólo llega la luz y claridad azul del cielo raso y despejado, llano e infinito como el país; no sólo agrada el lento rumor de los ríos y del agua al correr mansamente; también en junio el paisaje se colma de otros colores y otros rumores, de carreras y voces. Los niños acaban la escuela y salen, en los últimos días de curso, a la ciudad, al monte, a los ríos y a los lagos. Incontables grupos de una treintena de escolares cada uno viajan por todo el país y realizan visitas culturales e históricas, juegan, se divierten, forman colas interminables en las heladerías, y hablan y gritan y están juntos y se lo pasan maravillosamente. El mes de junio los niños invaden las calles de Hungría y toman el país para ellos, y son ellos los que descubren los paisajes y lugares que son su patria, y lo conocen y disfrutan en su esplendor. Lo aniñan y le devuelven algo de su primigenia inocencia. Guiados de sus pacientes y entusiastas maestros, cual aventurados exploradores, cual descendientes dignos de Árpád, se lanzan a trotar alegres y vencedores de una tierra que les corresponde y que la hacen suya. Los parques y columpios se llenan de su presencia, acampan en los claros de las ciudades cuya fortaleza o museo conquistó por la mañana su interés, y al otro día galopan por un bosque o unas colinas, a orillas del Tisza o del Danubio, o a orillas de la incansable imaginación. Junio es un mes hermoso en Hungría, sin duda, un mes en el que la plenitud de la vida se une al compás de los que más viven.

sábado, 30 de mayo de 2009

La noche de los estudiantes

Cuando el último día del curso universitario finalizan las clases aún queda una última fiesta antes de comenzar los exámenes. Siempre coincide con el mes de mayo, después de la eclosión de una primavera apasionada y sentida con intensidad vital. Llega la noche del último día de clase. Los estudiantes se reúnen por grupos y, tras haber acordado el alquiler o préstamo de un autobús local, un camión o quizás una carreta, se reúnen y comienzan a patrullar la ciudad dando gritos continuamente. ¿Qué buscan, qué pretenden? ¿Es que se han vuelto locos? Oh, es la noche de los estudiantes, que tiemblen los profesores, los pedagogos, los maestros, todo el personal docente. Los alumnos van a buscarlos hasta sus casas, se desplazan con su vehículo, cantando y gritando, con antorchas y luces, si hace falta, hasta más allá de la media noche, buscan y encuentran los hogares de sus profesores, y entonces siguen cantando y gritando y llamando a las puertas hasta que el profesor abre su casa para que los alumnos celebren con él la finalización del curso académico. En cada casa en la que son admitidos, el profesor invita a beber y a charlar si se tercia. Así pasa un buen rato hasta que los estudiantes se sienten satisfechos y salen en busca de su próxima víctima, acaso el profesor de geografía o el de literatura húngara. Esa noche la ciudad se ve despertada por ráfagas de grandes vehículos ruidosos que circulan como rayos vibrantes entre los barrios y de los que brota –collige virgo rosas- la algarabía propia de la juventud gozosa, que a los que escuchan fugazmente desde sus camas les parece soñar el espejismo de un momentáneo regreso de aquella juventud que quizás no tuvieron y que nunca ha de volver.

viernes, 1 de mayo de 2009

El turul, menudo pájaro


En el alto de Tatábanya se yergue un enorme pájaro que simboliza el origen del pueblo húngaro. Des de allí divisa toda la llanura del Transdanubio. A escala mucho más modesta, puede verse también en el barrio del castillo en Budapest, como presidiendo las colinas de Buda y otorgando su majestad al Palacio Real, y admirando el Danubio y la ciudad bajo su la sombra de sus alas. Es el turul, ave mitológica húngara por excelencia.

Cuenta la leyenda que en los orígenes de la fundación del estado húngaro, allá por el siglo VIII o IX, Emesé, mujer perteneciente a una de las tribus nómadas que desde oriente venían buscando Pannonia, tuvo un extraño sueño. Soñó que un enorme pájaro, muy semejante al águila pero muy diferente a ella, se le acercaba volando y la envolvía entre su cuerpo. El animal, que se conocía como turul, portaba entre sus garras una gran espada y lucía sobre su cabeza una corona sagrada. Se esfumó con el sueño y Emesé engendró a un niño al que pondría de nombre Álmos. Álmos fue el padre de Árpád el Conquistador, primero en llegar a la llanura de los Cárpatos y asentarse en ella, descubridor de la tierra patria y bisabuelo de quien noventa años después, con el nombre de Szent István, fundaría oficialmente el reino de Hungría y lo convertiría al cristianismo, allá por el año 1000.

Por lo tanto, según la leyenda los húngaros y la concesión de su estado proceden del reino de los aires, del encuentro soñado entre una mujer y un pájaro mitológico, pues Álmos, que significa sueño en lengua húngara, fue el padre de la primera dinastía históricamente reconocida en Hungría, la dinastía de Árpád.

No sé por qué, tantas veces también he sentido que Hungría es como un extraño sueño que se debate entre la realidad, la belleza, lo imposible y la historia. Y a veces siento que Hungría, con su lengua tan enigmática, con sus gentes tan singulares, con su misteriosa historia llena de luchas y de imperios, quizás no sea más que un lugar mitológico que se sueña a sí mismo continuamente, y que gracias a ello es capaz de sobrevivir, no sólo al presente, sino al pasado, e incluso proyectarse en el futuro en una reinvención continua. Y que a algunos nos permite visitarlo de vez en cuando en su misteriosa y extraña esencia.

miércoles, 15 de abril de 2009

Una casa socialista


Mónica y yo vivimos en una casa comunista. En un barrio construido en la época comunista. Todas las casas son iguales, bloques de hormigón gris armados con planchas prefabricadas, de una altura entre los cinco y los nueve pisos, separados por zonas ajardinadas en las que aun quedan algunos columpios abandonados. La luz es escasa por la noche, no hay demasiadas farolas en las calles. El asfalto y la naturaleza pugnan por superponerse en los límites de las aceras. Todos los edificios tienen, en su parte anterior y posterior, ventanas. Cada piso tiene vistas a ambos lados, y no sólo la luz solar los ilumina completamente, sino que también las miradas penetran en el quehacer de las habitaciones importantes de la casa, las habitaciones y la cocina. En el baño no, que además suele estar dividido en dos cubículos independientes, uno para la letrina y otro para la bañera, lavadora y lavabo. En el pasillo no caben más de cinco personas juntas de manera incómoda, pero apenas llega la luz a él. El concepto de salón no existe, y hay modelos de pisos pequeños y grandes, con dos o tres habitaciones. Entre 50 y 70 m2 por lo general. Eso sí, hay gas natural y calefacción central para todos los pisos. Y doble cristal en las ventanas, grandes y apenas tapadas por unas cortinas semiopacas. Todo está dispuesto para vivir en comunidad, para ver y para ser visto. El mobiliario es sencillo y funcional, no hay grandes adornos ni grandes posibilidades de ostentación en las casas. Es difícil, salvo en los detalles de decoración, personalizar el piso, y siempre uno se queda con la sensación de que visto uno, vistos todos los pisos, aunque aparentemente el arreglo interior sea muy diferente en unos y en otros. La cuadriculatura de los tabiques y el cubismo casi perfecto de los espacios denota una sencillez abrumadora y aplastante, carente de ideas, propensa a la vacuidad mental. Sin embargo, son pisos agradables para vivir, prácticos, y cualquier detalle les sienta muy bien, porque en su austeridad programada agradecen un toque de color y de distinción.

Sentados en la cocina, que la recorre una mesa de barra paralela a la ventana, observamos muchas veces el devenir de nuestro barrio, y pensamos a menudo, quizás algo novelescamente, cómo hace años quizás viviera aquí, o en un piso semejante, un inspector soviético que controlaría, con una sola mirada, la rutina y la identidad de todos aquellos que hacían su vida en estos bloques.

miércoles, 1 de abril de 2009

Eger: el valle de las bodegas

Las bodegas de Eger tienen la particularidad de encontrarse todas reunidas en un mismo lugar, un lugar bello y de nombre evocador: en el Valle de la mujer hermosa (Szépasszonyvölgy). Un valle amplio y suave, de luz apaisada. En él, en las inmediaciones de la ciudad y dispuestas a ofrecer lo mejor al visitante, un sinfín de bodegas, grandes, pequeñas, de todos los tamaños, colores y ruidos, se enlazan unas con otras en homenaje al fruto fermentado de la vid. Estamos en el centro de un paraíso. Sin embargo, no todos sus rincones son igualmente buenos, y es común oír que las grandes bodegas con restaurante y terraza son las menos interesantes y quizá con vino de no tan excelente calidad. Las bodegas pequeñas, esas sí. ¡Ah, en aquella no cabe un alma, pero cantan y tocan música húngara, sin parar, y sin parar beben y comparten algo más que alcohol tinto! Acaso comparten la tierra que vio crecer las vides. Acaso comparten el ritmo en el que crecieron, la letra que ahora entonan al unísono. Acaso sueñan las ramas sarmentosas que les unen como se unen unas a otras vides, y las uvas en torno al racimo. Pero este no es nuestro lugar, aunque la tentación de internarnos se ve definitivamente truncada por la falta evidente de espacio. Hay lugares, rincones donde un visitante ya no puede pasar, donde se hace imposible entrar, donde hay que conformarse, y alegrarse por ello, con poder contemplar la escena, desde fuera, y penetrando sólo con la mirada hasta donde nos sea posible. No muy lejos, otra bodega, pequeña, no muy bulliciosa, discreta, nos ofrece reposo y tranquilidad en esta tarde de sábado. Podemos probar los Egri más variados. El Bikavér, por supuesto. Pero también el Merlot, el Cabernet, y el Medina para la señorita, según indicaciones del bodeguero. Sin duda alguna, el vino de los comercios, aun siendo de Eger, no tiene semejanza a éste. No hay esta suavidad, esta ligereza, este sinsentir que es el sentir la uva en el paladar mientras el líquido discurre sin tropezar con nada. Así, mientras unos pogácza (hojaldres de sabores) acompañan la degustación, decidimos, entre copa, charla y pogácza, antes de salir, comprar unas cuantas botellas porque el vino es excelente y el precio, además, increíble. Finalmente, con sumo regocijo por parte de todos, una docena de botellitas alargadas y estrechas nos acompañan a la salida, contentos de que estén tan bien acompañadas como nosotros lo estamos sabiendo que nos esperan dignas comidas bendecidas por el vino de los magyares.

domingo, 15 de marzo de 2009

Las flores del Tisza


En primavera miles de tiszavirág se lanzan apasionadamente contra la corriente en crecida del río e inmolan su existencia en sus aguas. Durante esos días el río parece cubrirse de flores flotantes que navegan a la deriva. Este espectáculo de la naturaleza tiene su representación permanente en una escultura de homenaje frente al río, en la que vemos a una bandada de estos mosquitos singulares viajando hacia su destino. De hecho, como si la crueldad humana se identificara con el destino de la naturaleza, hace un par de años la estatua fue arrojada durante una noche al río y tardó un tiempo en ser rescatada y restaurada. Sin embargo, no son estos insectos las única flores del Tisza. Normalmente los szegedinos aman las flores, y con ellas imaginan, sueñan y traman una vida secreta de comunicación mediante un diálogo de pétalos, tonos y aromas: tienen flores para el amor, para el adorno, para el homenaje a los héroes de la nación, para las festividades, y también tienen flores para el río. Porque el río es parte ineludible de la ciudad, parte constitutiva de la esencia de la ciudad. Y porque en primavera el río, cada año, amenaza la propia existencia de la ciudad.


En 1876 Szeged vivió la peor de sus tragedias: una crecida inevitable del Tisza inundó toda la comarca y arrasó por completo la ciudad. Apenas quedaron unas casas en pie, algunos edificios que hoy se consideran monumentos supervivientes. Hubo de reconstruirse en su totalidad, y tal fue la magnitud del suceso que en ello colaboraron los ayuntamientos de grandes ciudades europeas: Londres, París, Viena, Roma, Moscú. Una de las rondas principales de la ciudad lleva sus nombres como agradecimiento. Dicen que no hay mal que por bien no venga, y Szeged estrenó el siglo XX con un diseño urbanístico moderno, con unos planos que habían concursado para reurbanizar la capital del Imperio, Budapest. Las sucesivas rondas que el tiempo ha ido estrenando, cruzadas por calles radiales, han permitido un crecimiento homogéneo y unos accesos relativamente cómodos a diferentes puntos de la ciudad; además, han permitido respetar una visión a vuelo de pájaro de las arterias de la ciudad como un sol anillado enorme con sus rayos, otro de los símbolos de esta ciudad solar. Pero volvamos a la inundación: numerosas casas de estilo fin de imperio y una colosal catedral presidiendo una plaza tan extensa como la de San Marcos de Venecia constituyeron el desafío del Hombre a la Naturaleza y han querido desde entonces conjurar el poder del río sobre lo habitable. Como una ciudad que lucha por no convertirse en una urbe sumergida durante el mes de abril, Szeged rebrotó con un esplendor inesperado a fines del siglo XIX. Por si esto fuera poco (que lo era), el tiempo ha permitido construir unos diques de hormigón que encauzan definitivamente el caudal del río en primavera y que han sido absolutamente necesarios en los últimos años.


La primavera del año 2000 fue intensa, con una crecida que sólo había sido superada en los años setenta. La amenaza se hacía llegar bajo un sol de justicia y con treinta grados de temperatura en el último mes, un sol que había precipitado a la llanura húngara todas las nieves acumuladas en las cumbres transilvanas. El agua llegaba, inevitable, desde el norte, donde asoló las tierras de Tokaji, inundó parte de una ciudad como Szolnok, que quedó desbastecida de agua potable, y realizó un recorrido vertiginoso por la llanura para enfrentarse con los diques de Szeged. El río Maros, que confluye con el Tisza en el recodo previo a su tránsito por la ciudad, también llevaba en su caudal un máximo de agua. La llegada de este gran caudal movilizó a la población, que pasó varias noches concentrando sacos de arena en los puntos abiertos en los diques. En esos momentos, algunos de los barquitos que presiden la estación de pesca, ya quedaban a la altura de la acera del paseo que pasa junto al río, en pleno centro de la ciudad. Desde hacía días, el centro de la ciudad permanecía por debajo del nivel del agua, pero seco gracias al dique, y cada ciudadano llevaba semanas tras este dique conversando y observando con preocupación el lento y constante ascenso del agua: primero había superado su cauce natural, y luego el ascenso por el artificial, como cada año, sumergiendo la carretera de ronda, y ascendiendo, peldaño a peldaño, hasta alcanzar la ciudad. El gobierno realizó desvíos de agua en las afueras e inundó arbitrariamente algunas poblaciones previas; ello logró finalmente que el agua pasara sin mojar los pies de los szegedinos, pero a cambio arruinó los campos y las casas de muchos de los pueblecitos pobres que viven de la cosecha del campo.


El Tisza es un río netamente húngaro desde su geografía histórica: nacido en las ahora rumanas montañas de Transilvania, acoge toda la nieve de éstas en invierno y las lleva de norte a sur por el actual este, centro y sur de Hungría, cruza Serbia, se une al Danubio, y regresa a Rumania al desembocar en el Mar Negro. Es un río de grandes riquezas naturales, de espectacular flora y fauna. Su riquísimo pescado permite disfrutar de una exquisita sopa de pescado a lo largo de sus orillas, y en especial en Szeged, famosa por su receta particular de esta sopa.


Parece que el año 2000 está repleto de sucesos en el Tisza. Una fábrica rumana vertió a las aguas cantidades ingentes de cianuro, y el Tisza quedó desolado según avanzaba el vertido letal. Un aluvión de informaciones, de críticas, de medidas tardías en colaboración con la UE llovieron aquella semana, entre los llantos de la población, que se asomaba a su río, tan amado y temido, para lanzar flores de muerte sobre él. Aquella noticia fue tan impactante que hizo olvidar el susto de la inundación de aquella primavera y muchos comentaban consternados la dimensión de la tragedia ecológica en uno de los ríos con flora y fauna más rica e interesante de Europa Central. Finalmente se evaluaron los daños y pareció que el vertido, aunque dañino, no había exterminado las especies, y un año después parece que la fauna pervive y la riqueza persiste, a pesar de las estimaciones iniciales: hay quien explica esto por la fuerza vital del río; y hay quien lo explica aludiendo a la exageración intencionada de los datos oficiales para poder cobrar a los rumanos lo que los húngaros no pueden de otra manera. En cualquier caso, sólo puedo decir que en el aniversario del suceso, muchos húngaros acudieron a su río, a sus orillas, fieles como los peces que luchan y viven en sus aguas, y en silencio, lanzaron flores y flores, y más flores, porque vivo o muerto, sigue siendo su río y eso nadie, nadie podrá quitárselo jamás.


lunes, 2 de marzo de 2009

La televisión por cable

Yo me pregunto por qué en Hungría en la casi totalidad de los edificios existe un sistema de televisión por cable que comparten todos los vecinos y gracias al cual tienen la posibilidad, cuando menos, de ver no sólo las principales cadenas húngaras sino también una serie de canales temáticos en húngaro y una gama más o menos amplia de cadenas extranjeras, dependiendo del paquete escogido. Me parece que hay cierta obsesión nacional, de obvias razones históricas, con la apertura al exterior, a saber lo que sucede en el mundo, a estar al tanto de la actualidad. También creo que hay una razón lingüística, ya que los húngaros, en posesión de un idioma que lo aisla en el entorno geográfico en que vive de una forma milenaria (es la única lengua no eslava de toda la zona, y con origen no muy definido), necesitan canales propios para conocer el exterior y necesitan aprender idiomas para relacionarse con el exterior. Así, además de la televisión Real (la oficial, distribuida en dos canales) y la emisión internacional con una programación de altísima calidad (Duna TV), han nacido una serie de cadenas comerciales (tv2, RTL club, ATV) en las que convive el espectáculo, el morbo y las películas de acción. Además, hay que añadir los canales locales. Existen una serie de canales temáticos, que son la versión húngara del animal planet, national geographic, discovery channel, dibujos animados típicos húngaros (minimax), un canal sobre ordenadores en húngaro y otras cadenas europeas, BBC y BBC World, TV5, TVE, RAI, TCM (Clásicos del cine norteamericano), Cartoon Networks, HRT(Croata), PRT (serbia), Canal 1 ruso, etc. Hay variaciones según el paquete contratado.

En cualquier caso, la encrucijada de culturas en las que Hungría se ve inserta y también en la encrucijada de culturas en la que desea insertarse se ven reflejadas en esta programación. Además, el afán por el documental científico y el histórico demuestra suficientemente un interés por saberlo todo y por repasar y revisar la historia. Aunque es cierto que cada vez más la telebasura frívola al más puro estilo europeo-americano se impone con rapidez pasmosa.

Ah, por cierto, que existe un canal dedicado exclusivamente a la telenovela latinoamericana, hace furor desde unos años. Y, también, cómo no olvidar un canal pornográfico para las noches calientes.

domingo, 1 de febrero de 2009

El capitalismo y Budapest

Budapest ha sufrido invasiones de todo tipo. Ha soportado guerras y asedios, destrucciones parciales del centro histórico, cambios políticos continuos. Budapest ha sido un lugar clave en la historia de Oriente y Occidente. También la transición del comunismo al capitalismo la ha sufrido Budapest drásticamente, sólo hay que pasear por las calles de Pest. La competencia entre McDonalds y Burger King, dos en cada esquina (esto no es un exageración), se iguala a la de Pepsi y Coca-cola, que se muestra en cada bar, restaurante o ultramarinos. Otras multinacionales dejan su marca en las calles de la ciudad de una manera patente, campando de una manera poco estética y descarada por doquier. Edificios enteros pertenecen a estas multinacionales. Uno puede imaginar al pueblo húngaro ávido de novedades, hace diez años, y uno puede imaginar también Budapest como un mercado vacío y abierto a quien antes llegue y se apodere de él. Y así es. Esos edificios imperiales, esos palacios, cuya restauración depende de capital extranjero, de una empresa que compre el edificio, acaso por un florín, como ha sucedido. Hace diez años llegó el capitalismo, y arrampló con todo lo que pudo, porque nada valía nada, Budapest era una ciudad ganga, un hueco para el mercado.

Así, Budapest camina entre el lujo y la actividad frenética económica y cultural más elevada y la diferencia social más fuerte en muchos de sus habitantes. Uno encuentra vagabundos por doquier, borrachos abandonados a su suerte, ancianas vendiendo una sola flor en los subtes del metro, y uno encuentra también salas de juego, clubs nocturnos, elegantes teatros y restaurantes. Cielo e infierno se entremezclan y conviven en las mismas calles alucinantes, en las mismas avenidas, como para testificar que el cambio ha sido demasiado brusco, demasiado salvaje, en el que no se ha tenido en cuenta la suerte de muchos, en el que el sálvese quien pueda es la regla de la vida, en el que la pobreza, la picaresca y los negocios millonarios forman un mismo círculo maldito, en el que se aprecia, también, la huella constante de la mafia y de cierta corrupción en el ambiente que deja un poso de olor a podrido, a apariencia forzada y falsificada, a tráfico de muchas cosas, a chulo hortera, a estética de puta que no lo es, a putas que lo tienen que ser, a trata de blancas, a timos para el turista imbécil, a tantas cosas. Y muchos húngaros viven y trabajan en la capital, y muchos viven con normalidad ansiosa de alcanzar la media europea, y otros nadan en la superabundancia y el lujo y la lujuría, otros venden lo que pueden y como pueden, y otros se emborrachan de pobreza y viven en la calle y, como una vez observé en el subte de Nyugati, entre el pasar indiferente de una riada de gente que iba y venía, unos técnicos sanitarios verificaban la muerte de un vagabundo tumbado en el suelo mientras otros dos, sobre una caja de cartón, jugaban su partida ajedrez ante la mirada atenta de alguien que no tenía otra cosa que hacer.

Muchos húngaros jóvenes no se dan cuenta, pero Budapest representa para el visitante atento un rebaño de ovejas desangrado por el lobo, representa una feroz y atroz invasión por un capitalismo que arrasó, con sus carteles de deseos en venta, una ciudad que había quedado desposeída de una ideología caduca y rechazada, quebrada ya. Una ciudad que abría sus puertas, porque no podía ni quería hacer otra cosa, y que tampoco pudo ni supo ni quiso entrecerrarlas a tiempo. De hecho, Budapest es una ciudad muy cosmopolita, pero cosmopolita en el sentido de que más de la mitad de la ciudad es propiedad extranjera. Así, una vez más, la Historia demuestra que Hungría se ve desposeída, en una gran parte, de la gran libertad de elegir el destino que le corresponde, del que ya los húngaros, con su característica resignación, se sienten ajenos.

En los viejos palacios que cubren toda la ciudad, bajo cuyas fachadas avejentadas y agujereadas por las guerras y el olvido, subyace un esplendor contenido, resignado: es la Historia de Hungría, es la Historia que cuentan los húngaros, la Historia de un brillo latente y ocultado. Pero cuando Budapest brille, cuando logre limpiarse de muchas cosas, entonces brillará como ciudad ninguna porque la belleza sorprende bajo las capas de esa resignada y obligada suciedad y pobreza que abaten los edificios más magníficos de Europa. Y entonces, sólo entonces, realmente Budapest se convertirá en justicia en la joya del Danubio.

jueves, 15 de enero de 2009

Un vasito de palinka

En cierta ocasión viajábamos con dos amigos españoles y, según nuestro programa, nos detuvimos, tras un día agotador de visita en el Balaton, en Sümeg, un pueblecito muy tranquilo coronado por uno de esos castillos que habitan aquí y allá las colinas del país. Teníamos alojamiento en una pensión familiar y a ella nos dirigimos, aunque tardamos en encontrarla por la oscuridad y porque en un pueblo tan pequeño uno siempre corre el riesgo de perderse, especialmente con un mapa en la mano. En cualquier caso, descubrimos al final de una calle y un caminito nuestra posada o albergue, una casita húngara de dos pisos que es negocio familiar para alojar turistas y visitantes.

La hospitalidad húngara es proverbial, casi una cuestión nacional, quizás si exceptuamos a los habitantes de Budapest. Algunos. Dejémoslo ahí. En Sümeg nos recibieron marido, mujer e hija, con tres sonrisas, una bandeja en la mano y cuatro vasos de aguardiente (palinka) como bienvenida. Afortunadamente habíamos almorzado tarde, pero posiblemente era el palinka con mayor graduación que haya probado en toda la geografía húngara; no podía ni adivinarse qué fruta había sido disuelta en aquel alcohol casero. Inmediatamente después, una vez que vaciamos nuestros vasos, nos acompañaron amablemente a nuestras habitaciones, bien rústicas, y nos explicaron todo lo que había que explicar y nosotros entendimos lo que había que entender, que su hija hablaba algo de inglés y entonces ella nos preguntó cuándo bajaríamos a cenar. Descansamos un rato y luego nos agasajaron con comida abundante, como es costumbre, y una vez más pedimos demasiado, nos equivocamos pidiendo y al final fue imposible acabar con todo, entre risas y chanzas. La velada fue entretenida y no exenta de ternura, pues nuestro anfitrión nos dedicaba palabras en romance que acaso recordara de tiempos antiguos, de otros invitados, y nos sonaba a italiano, rumano, español y alemán. Aunque este último no sea romance. Sin duda, aquella familia se había ganado ya nuestra simpatía y especialmente el cabeza de familia, con su donaire sin par. La mujer de la casa, bajita y oronda, en su papel de cocinera, esperaba ansiosa nuestra aprobación sobre los platos, y todo eran preguntas y comentarios multiligües al finalizar cada cual cada uno de sus platos. Dormimos algo pesadamente, quizá, pero dormimos bien, y a la hora convenida la mañana siguiente nos encontró en el recibidor dispuestos a un desayuno generoso e imposible. Y así fue, no sin antes o después tomar un vasito de palinka, al oportuno e insospechable saludo de un Good morning, Vietnam! alegremente pronunciado. Luego, entre hipos y ardores, era imposible acertar con el queso y el cuchillo o la boca y la taza del café, aunque tras la despedida y de camino al coche, toda la familia nos sonreía y agitaban sus manos como si esperaran un próximo regreso o como si, de no suceder nunca, esperaran que nos lleváramos muy ardientemente su imagen junto con su palinka bien dentro de nuestra sangre y nuestro corazoncito. Y a fe que lo consiguieron.