martes, 28 de febrero de 2006

Misión imposible, Tucson, AZ
















El padre jesuita Francisco Kino fundó en el siglo XVIII más de treinta misiones en Arizona, tras haber abandonado su tarea en Baja California, al parecer por desacuerdo en el trato que el ejéricto daba a los indios que él debía evangelizar.

Entre aquellas misiones, encontramos esta Paloma del Desierto, cercana a Tucson. Actualmente su exiguo territorio es reserva india, que se extiende al frente del edificio y algo más allá. Sin embargo, poco puede ya proteger o evangelizar a unos indios que viven en tristes módulos prefabricados por hogares y sin grandes instalaciones e infraestructura. A pesar de las artesanías de la tiendita india y la de la misión, que gustan al turista y al curioso, un paseo de sólo unos minutos fuera de la placita de la misión demuestra el estado triste de unos indios abandonados a la suerte de Dios. Qué misión imposible.

sábado, 25 de febrero de 2006

Pasiaje lunar


Todos los paisajes caben en el continente americano.

Sin ir más lejos, en el estado de Idaho, el estado donde crecen las mejores patatas de los Estados Unidos, se puede uno topar con este paisaje conocido popularmente como los cráteres lunares. Al menos se extiende treinta kilómetros este paisaje desértico que bien podría haber sido el escenario lunar de los primeros astronautas que alcanzaron la luna. Un páramo bien desierto, un ambiente de irrealidad y sobrecogimiento, de extrañeza invade el espíritu del viajero que se adentra un tanto en él. como en una vieja película. Como en otro planeta. La realidad siempre supera la ficción.

martes, 21 de febrero de 2006

Solo ante el desierto

El desierto de Arizona, que se expande hacia el lejano horizonete hasta alcanzar las tierras mexicanas de las que una vez formó parte, se extiende salpicado de matorrales y enormes cactus distintivos de esta región llamada Sonora y que estuvo llena de apaches y navajos antes de la llegada de los primeros soldados españoles y luego estadounidenses.

Pero ahora no hay ruido de peleas y escaramuzas. sólo el aire invisible. El desierto destila silencio y una hermosa calma. Un paisaje inmenso, como todo paisaje americano, pleno de espacio insaciado. Y en él se enarbolan a sí mismos como viejos lanceros verdes los cactus enhiestos, señeros (milagros verticales, al mismo tiempo firmes y dulces), como verdes torres de arduos filos, el mudo cactus, sombra y sueño, en el fervor de Tucson. Y bajo su sombra como soñada, el desierto llama al detalle, a detenerse en lo pequeño, en lo minúsculo de esas hojas que de tan delgadas se han convertido en espinas y pinchan a quien las roce. En las piedritas, en el polvo del camino. Camino lento, despreocupado, vamos silbando una vieja canción bajo el sombrero y sorteando cactus a caballo, el camino se hace largo, cuánto western en la memoria.