jueves, 24 de noviembre de 2005

Oración del Día de Acción de Gracias

Desde 1621, en que los primeros colonos europeos llegaron a Nueva Inglaterra, sin saber qué les depararía el Nuevo Mundo, en lo que ahora son los Estados Unidos de América se da las gracias a Dios por los frutos del trabajo y la cosecha del año precedente.

Tras medio día de ayuno, se celebra una comida que en la actualidad es pantagruélica y, según algunos americanos, el elemento esencial de la festividad, simbolizado en un pavo enorme que sale de un horno aun más enorme, horno que parece esperar todo el año para ser utilizado con dignidad.

Oración

Gracias, Señor,

por todos los bienes que hemos recibido

este año,

por todos los paisajes,

por todas las amistades,

los rostros, los lugares,

por todo lo aprendido,

por todo lo trabajado

en nombre de los hombres.

Gracias, Señor,

por tu infinita Prodigalidad,

que quizás otros,

buenos o malos hombres,

no han podido conocer.

P. S.: Desde el dia de mañana, se abre la temporada de compras para Navidad.

sábado, 19 de noviembre de 2005

Reno, the Biggest Little City in the World

Reno, una ciudad chiquita que pretende ser grande. Pero las luces no engañan lo suficiente, los espectáculos anunciados en los casinos no crean la suficiente expectación. No hay tanto como esta ciudad quiere aparentar en un principio, y finalmente lo que hay tampoco corresponde a lo que merece una ciudad chiquita como esta.

Nada en Reno es lo que debería ser, lo que la ciudad quiere ser, nada encaja en Reno. Hay como una niebla invisible, como una maldición que pesa sobre esta ciudad. No hay vida en todas sus luces, que tampoco son suficientes, no hay un movimiento de gente -eso,sí, coches que pasan- y la gente que se mueve son algunos grupos de estudiantes aislados, y los omnipresentes vagabundos, buscando encontrar algo para pasar la vida. El strip de Reno es realmente pequeño, y escasamente intenso en actividad. Es como cruzarse por el desierto con un bar gasolinera aislado que ofrezca un espectáculo de Broadway. Esa es la sensación que deja el downtown de Reno, que empieza y termina en ese arco de luces donde luce, con aparato luminoso pero sin convicción, el lema de la ciudad. Algo que busca querer ser más que poder ser. Que aspira a ser grande espectáculo pero que no cuaja, porque Reno es y ha sido siempre un lugar de paso, el camino a California, la parada de los buscadores de oro y plata que, tras su cosecha de riquezas, se marcharon a San Francisco; la parada constante de los que atienden a los viajeros, de los que crearon el juego para ganarse la vida, de los que quedaron atrapados por el juego y en él lo consumen todo. Como en un ciclo viciosamente maldito, sigue siendo un lugar anclado en esta maldición. Y no puede crecer, cambiar, no puede brillar de ningún modo, atrapada por la fuerza centrífuga que la genera. Reno está embrujada y probablemente no se da cuenta. No se resiste a sí misma. Crece y se consume en su propia forma de vida. Y luego se deja estar, consumir. Reno es el sapo de los cuentos, pero un sapo que no se convierte en princesa, en la princesa del desierto que podría aspirar a ser.

martes, 15 de noviembre de 2005

Reno, o la cultura del casino

Reno se divide en tres áreas de actividad: la Universidad, los casinos, barrios laberínticos de casas con jardín o sin él.

Entre estos últimos, hay gran variedad de lujo y pobreza, con barrios de pobres y de ricos. Ante estas opciones, podemos desarrollar al menos tres actividades, fundamentalmente: estudiar, apostar, quedarnos en casa. Los casinos de Reno son el motor de la ciudad, son peqeños barrios completos en el interior de un edificio: el casino no es solamente para apostar, y en Estados Unidos se entienden como un lugar de ocio más, una especie de mezcla entre parque temático y centro comercial. En un casino cualquiera, que intentará sorprendernos con algún tipo de decoración no siempre temática y coherente, podemos ir a la peluquería, podemos tomar algo en una "terraza" interior, podemos asistir a un espectáculo de humor o música, podemos comer en los bufés o restaurantes étnicos, podemos pasear por entre sus "calles", comprar algunos souvernirs, podemos incluso alquilar una habitación y quedarnos a vivir un tiempo en este mundo sin tiempo de atardecer perpetuo. Abiertos las 24 horas, con una iluminaciónconstante y un tanto taciturna, hay que señalar que no todos los servicios están activos continuamente, aunque las máquinas tragaperras y algunas apuestas en la mesa no descansan nunca. Ni las señoritas de compañía, discretamente esperando almas hambrientas. Los casinos son lugares tranquilos, que animan al menos en Reno a una modorra física y mental, a observar a los turistas que llegan en parejas como disfrazados de cow-boys o de Elvis, en grupos con unos tejanos y sombrero de carnaval. Pasean, se sienten de vacaciones y llaman la atención con algunos gritos, como se acostumbra aquí para demostrar que lo pasas en grande y que se está haciendo algo fuera de lo común, fuera de la trazada vida diaria que sólo permite la buena educación. Sin embargo, una de las tareas más productivas y disfrutables, y de la que participan turistas y locales, sin duda alguna, es pasar la tarde cenando en el mejor de sus bufés, donde se encuentra de casi todo en abundancia y con una calidad superior sin duda a la comida rápida a la que nos tienen acostumbrados los estadounidenses. Si además la compañía es buena y se conversa, tanto mejor. Porque por lo demás estos casinos tienen mucho de impersonal, de vagabundeo por sus pasillos enmoquetados sin un rumbo fijo, salpicado el recorrido de moquetas, tragaperras y mesas de juego: por supuesto, para alcanzar los restaurantes se deben recorrer al menos doscientos metros de sala repletas de luces y máquinas y, como Ulises, hay que resistirse al canto de sus sirenas. Muchos han quedado ya atrapados, con su mirada perdida en un azar luminoso y cautivos en su sonido de repetición. Son visitantes permanentes, los numerosos viejos, viejas, vagabundos de edad indefinible que sostienen sin esperanza pero con resistencia una cerveza en su mano derecha -servida por una jovencita estudiante de minifalda apretada y pasada de moda- y un cuarto de dólar en la izquierda. Los casinos son, al fin, lugares desolados y escasamente frecuentados por la auténtica alegría y la diversión. Ni siquiera hay pecado en ellos, sólo una representación indolente y postmoderna del alma abandonada a su suerte en un limitado paraíso artificial y la hipnosis de un ambiente dominado por la ausencia de algo en que pensar, atrapada la mente por una combinación bien estudiada de luces y sonidos, que reclaman paciente y constantemente su atención hacia una consumación ritual en el juego, el estómago, los sentidos. Los casinos de Reno, otro desierto de paso, modernas ciudades fantasmas del Oeste americano.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Great Race Balloon!

A las cinco de la mañana, aunque sea el mes de septiembre, está oscuro y hace frío. Pero merece la pena.

Quizás sea uno de los acontecimientos al mismo tiempo más hermosos e impresionantes organizados en Reno e incluso en todo el estado de Nevada: la gran carrera de globos. Todo comienza muy temprano, a las cinco y media de la mañana un par de globos, entre las sombras de la noche, hinchen sus telas con fogonazos de helio. Ya se ha reunido un número nutrido de curiosos, los altavoces marcan un compás de fondo. ¿Por qué tan temprano? ¿Por qué sólo tres globos? El espectáculo va a comenzar, no son las seis y tres globos de colores hermosos como bombillas ascienden con suavidad y, con el horizonte despuntando en un suave amanecer, estos tres elementos de aire juegan con el fuego y la música para mostrar ante los ojos atónitos como de críos la belleza de una danza ritual del fuego que abre la mañana. poco a poco se pierden en esa claridad de la mañana y es entonces cuando un centenar de globos comienzan a hincharse en la siguiente hora, ya de día, alzándose con lentitud y buscando un lugar en el cielo. Muchos y variados colores, formas increíbles. El globo-juez es un águila ante la cual suena, al elevarse, en primer lugar, el himno de los Estados Unidos. También ascienden dos abejas aerostáticas, y después, un conejo, una auténtica diligencia del Oeste, una palmera con tucanes, una casa con jardín, y decenas de globos clásicos con decorados variadísmos. Parece que la tierra, el desierto, se vuelve un poco más ligero, con ese cielo moteado y pleno de helio de formas y colores. Parece que ese cielo limpio y azul, que siempre permanece encima, como si no fera más que un fondo necesario del paisaje, se liberase por momentos, y formase parte de nuestro mundo, de nuestra geografía como una nueva redescubierta región habitable. Al final, es difícil saber quién gana la carrera, pero no importa. Los globos permanecen. Nos enlazan con lo que hasta ahora nos parecía límpido e impenetravle decorado azul. Y la imagen de los globos suspendidos entre el cielo y el suelo, como habitando un resquicio de la eternidad, forja una estampa de fuego que la memoria retiene, como flotando, sin temor a perderla: es como recuperar un continente perdido. suave, etéreo, fácil, leve, hermoso como pocos.