domingo, 27 de enero de 2008

Vía al Sur: Szeged

Las antiguas casas que aún quedan de la Szeged antigua y tradicional en el barrio que abraza la iglesia de Mátyas muestran en su frontispicio triangular fabricado en madera un tallado que representa unos cálidos rayos de sol. Es ésta una característica tradicional de las viviendas locales y, en cierto modo, un símbolo identificativo de la ciudad de Szeged, una ciudad acogedora donde las haya que atesora cada año dos mil horas de luz diurna para deleite y honra de sus habitantes.

Szeged tiene forma de Sol, de sol radiante. Dividida por el río Tisza en dos mitades, en la vieja y nueva Szeged, su reconstrucción urbanística casi total hace algo más de un siglo hizo honor a esta tradición solar: tres anillos o rondas semicirculares rodean como anillos de calor la ciudad. A través de ellos se desarrolla como una contenida vorágine el transporte público y se distribuye la actividad laboral ciudadana. En el interior del anillo central se ubica el corazoncito de esta urbe, con su centro histórico junto al río.

Más allá de la tercera ronda anular, más allá de la periferia, se encuentra la provincia, el campo, un ejemplo más de la llanura húngara, la puszta. El tren llega a la estación por ella, y ya desde varios kilómetros de distancia se observan las picudas torres de la iglesia votiva de Szeged, entre los traquetreos alegres de los últimos metros ferroviarios por recorrer. El tren se alegra y parece querer volar, el viajero también, tras tres horas de interminable llanura y un paisaje acaso verde, amarillo, blanco, según la época, la estación. Atrás quedó el parque natural del Kiskunság. Pero la cuenca del río Tisza no desmerece, su curso nos acompaña. Se huele el aire del sur, la ciudad de provincias. Una bocanada de aire templado da la bienvenida. Bajar a los andenes y pisar la tierra es como encontrarse de nuevo en casa, en una familiaridad difícil de explicar, inmersos repentina y gratamente en el ambiente sereno y tranquilo de quien se sabe llegado al fin de su trayecto. Ahora atardece, el cielo vuela limpio, y el sol cae, un silencio relajante cubre los últimos bufidos de alivio de la locomotora. Cada cual, trabajadores, sobre todo estudiantes, algunos que vienen de visita, toman su equipaje y se dirigen a la ciudad, unos quizá a tomar el autobús o el último tranvía, otros con la fortuna de que vienen a recibirlos, entre los últimos resplandores del día, a la estación, y amigos, amigas, maridos, mujeres, amantes, novios y novias se abrazan y besan entonces junto a las vías y emprenden sosegadamente el camino a casa, al hogar.




1 comentario:

El Guisante Verde Project dijo...

Szeged, hermana pequeña de Budapest, a la que copia no solo con el Tisza partiéndola en dos y con su iglesia Mátyas, sino en la majestuosidad de sus calles y trazado.
En verdad, más acogedora y más cercana a ese paraíso húngaro: la puszta,nombre ensoñador, libertad, amplitud, horizonte.
Son muchos los recuerdos y desde hace años nos acompaña en nuestro hogar un pedacito de alli, cada vez que releo:
Ha´zi-A´lda´s
Hol Hit, Ott szeretet
Hol Béke, Ott A´lda´s
Hol A´lda´s, Ott Isten
Hol Isten, Ott szükséB
Nincsen.
(necesitará correcciones y espero que como conocedor del país y de la lengua las incorpore a este post) gracias.