martes, 2 de diciembre de 2008

Jó étvagyot!

Por Hungría no sólo corre el agua en abundancia, gracias a esas miles de fuentes termales del subsuelo que trazan una geografía secreta y subterránea por todo el país; también el vino brota, extendido en llanuras y colinas por todo el territorio nacional. La exquisitez de los vinos húngaros, galardonados recientemente con un premio mundial al mejor vino joven, es paralela a su gastronomía, de la que forman parte indiscutible e indisociable. Y tal es la fuerza de estos dos elementos unidos que no conozco a turista o visitante alguno que no haya disfrutado su estancia húngara atendiendo sin querer a las delicias de la mesa y de la copa, con un entusiasmo que no he visto por otras gastronomías. La mayoría de estos visitantes descubre al cabo de una semana que ha ganado en peso más de lo que esperaba y puede soportar. Pero es algo inevitable para muchos, digamos que es irresistible, al menos durante los primeros tres o cuatro meses. Un conocido que estuvo de visita volvió a su tierra gritando, no sin asombro: “¡Me he comido la mitad de Hungría, y la otra mitad... me la he bebido!”. Quien haya de sobrevivir al menos un año en estas tierras bárbaras debe esforzarse y luchar continuamente por recuperar parte de una hipotética dieta mediterránea. Por supuesto, es imposible.

1 comentario:

Maribel dijo...

Desde luego es díficil resistirse a las delicias de la gastronomía hungara, sus copiosas sopas, sus guarniciones que incluyen foie, salsas deliciosas y dulces, son tentaciones que acompañan al viajero. Sí además tenemos la suerte de visitar alguno de sus establecimientos termales, o mejor aún, un lago termal como el de Heviz, el placer será de dioses, por algo dicen que aquí está el "vino más caro del mundo", el Tokay, por cierto, tengo una botella esperandoos!!